miércoles, 5 de noviembre de 2008

La línea 38. Capítulo 2

Llevaba dos días sin pasar por casa porque la noche anterior me quedé a dormir en el hotel donde trabajo. Toda la semana había estado lloviendo sin parar, pero aquella noche la tormenta daba auténtico miedo.

- No me dirás que vas a irte esta noche con la que está cayendo. Cuando acabes tu turno coges la llave de la 117 y descansas hasta mañana-. Me dijo Fran, el jefe de personal.

- La verdad es que te lo agradezco, además hoy ha habido bastante trabajo en recepción con lo del partido de la Juve-. Le contesté con gesto realmente cansado.
(Los seguidores de los equipos de fútbol dan el triple de trabajo que los clientes normales. Es una avalancha de colores y griterío. La verdad es que son días especiales. Más alegres. En general, se portan bien, salvo contadas ocasiones en que se desmadran…).

De esto me acordé en cuanto senté mi lindo culo a la derecha de Sandra: dos días con las mismas bragas y con las vueltas que di precisamente ayer para dejar todas las gestiones del día siguiente bien hilvanadas.
A la vez que pensaba todo esto me descubrí a mí misma acercando mi barbilla al pecho e intentando aspirar mi propio olor. Cerré los ojos y procuré relajarme. Es difícil descubrir los olores de uno mismo a esa distancia, en cambio, son aromas completamente nuevos para el que está tan cerca como estaba Sandra de mí.

-Voy a mirarte-. Escuché.
-¿Cómo?- . No me salió ni la voz. Todo el cuerpo me empezó a latir al son del corazón.
Un rayo de sol se reflejó en la ventana del edificio que estaba mirando por el cristal del autobús y un estúpido tono de móvil sonó durante un buen rato, mientras que su dueña, con una cruel y triste risa, y con una evidente falta de higiene capilar, comenzaba a contar lo hijodeputa que era el tío que le llamaba y al que ella no le pensaba coger el teléfono.

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