Recibí sobre mi rostro la mirada más serena que he sentido nunca. Sus labios entreabiertos apenas sonreían y sus ojos recorrieron mi cuello, mis cejas, mi nariz, mi cerrada boca y mi expresión de sorpresa, timidez y sumisión. Sabía que no la iba a defraudar. Tengo amigas y me gusta el sexo con ellas. También sabía que Sandra era diferente a cualquier otra persona conocida hasta ahora.
-Joder la tía con el puto móvil…- es lo único que se me ocurrió decir en aquel momento ya que era un comentario general de todos los pasajeros.
-Si sólo pudieras elegir entre Camela y Luis Cobos para el tono de tu móvil, ¿qué elegirías?- me preguntó Sandra mirando por la ventana del bus y acabando su pregunta con su cara a cuatro dedos de la mía.
- Elegiría poner la opción “vibrador” metérmelo en el coño dentro de un condón de fresa y crear un “grupo de llamantes” para quedar todos a la misma hora.
- ¿Y con los de “identidad oculta” qué harías?
- Vudú!-. Le contesté, y fue entonces cuando
Las dos rompimos a reir definitivamente.
Decidimos bajar en la siguiente parada y tomar unos vinos calientes, típico de esta ciudad tan fría. Nos gustábamos. Las dos lo sabíamos y estábamos deseando conocernos, compartir puestas de sol y lamernos como perras.
Entramos al primer bar que encontramos. Olía a faria, ambientador químico y lejía pura. Cabezas de toros en las paredes, partidas de jubilados con abrigos grises y marrones. Le miré con cara de “vamos a otro sitio”, me cogió de la cintura y me acercó una banqueta de patas metálicas y asiento de plástico mordisqueado por el paso del tiempo.
-En estos sitios te tomas tres copas por el precio que te cuesta una en cualquier “garito temático”-.
Sonreí y la observé bien de la cabeza a los pies. La miré y la remiré abiertamente, con mis pulsaciones más calmadas que hacía un rato en el 38.
Llevaba unas mallas negras por debajo de un corto vestido a rayas verde y violeta. Unos zapatos violetas de salón con tacón de unos ocho centímetros y una camiseta negra de cuello alto. Era rubia, de pelo corto y ojos castaños. No llevaba maquillaje, no olía a perfume. Era muy deseable.
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